"Ántes de internarte en los senderos de la luz, haz de haber recorrido necesariamente por los oscuros umbrales del infierno".
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De acuerdo a la sentencia anterior: millones de personas, e incluso ex convictos y asesinos dieron un vuelco inusitado y radical a sus vidas. Para quien conoce, al menos superfialmente, los misterios de la Iglesia Católica, hasta San Agustín y San Francisco de Asis, mucho antes de ser santos, fueron grandes pecadores, avocados a una vida de vicio y placeres mundanos, y lo mismo es casi una norma de vida en muchos predicadores urbanos del mensaje de Cristo (aka "canutos"), aquellos que sumidos en una convicción envidiable de la clemencia infinita de Dios (porque en general creyeron vivirla en carne propia, emergiendo de sus infiernos personales), por lo común consideramos molestos, pasamos de ellos en la calle o no nos damos siquiera el trabajo de prestar 5 minutos de atención a la gestión puerta a puerta que desarrollan cada domingo con el fin de despertarnos de nuestra letanía existencial y abrirnos a la luz de su salvador.
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Algo muy similar al ejemplo anterior, lo representa la comunidad de Despreciados y Desechados, un ministerio de fe y tendencias urbandas juveniles fundado en Santiago por allá por el 2003. El proyecto nació en aquel año de la mano del hoy pastor Fernando Gallegos (39 años) quien como muchos miembros de la populosa comunidad, décadas atrás (en plena era del thrash metal) tocó fondo en su vida, encontrando en Cristo un sentido para su venidera existencia y así lo ha venido haciendo desde entónces, abriendo las puertas del ministerio por él fundando a todos aquellos jóvenes creyentes (sin importar la tribu urbana en que se cuadren: metaleros, punkies, góticos, hip-hoperos, emo, todos son bienvenidos) que por su talante antisocial no son receptados por ninguna comunidad formal y hasta son objetos de miradas inoportunas en las misas o en la Iglesia.
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Hace un par de años tuve mi primer contacto con el movimiento y a pesar de estar cargado de prejuicios (los odiosos blindajes mentales) a la hora de ingresar en su sede la recepción del grupo fue bastante cálida. Empujado allí por intereses musicales mucho ántes que por motivaciones religiosas, reconozco haber desechado algunos mitos precedentes. Me econtré con los ensayos de varias bandas de buen calibre, un mosaico de gentes y estílos que me motivó un profundo agrado (democracia juvenil urbana), cada uno en "su propia onda" acoplándose a la onda de los demás, que de fondo son gobernadas por un máximo común denominador, sobrepuesto a las diferencias: la fe en Cristo. Guardo los mejores recuerdos de mis esporádicas visitas a la sede de San Francisco con Matta (a pocos pasos del lugar donde alguna vez viví) donde estreché lazos interesantes con "gente buena y de verdad" tal cual versa una canción de Weichafe.
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Despreciados y Desechados (MDyD) ha llegado a convertirse con el tiempo en un movimiento trasnacional, que no sólo tiene su sede principal en Santiago y otros puntos del país, actualmente opera en Santa Fé, Argentina y es muy probable que continúe expandiéndose.
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