Para muchas personas, son las "vueltas de tuerca" las que dan un mayor sentido a sus vidas, el imponerse la idea de encontrar una realidad última, algo más allá de lo simple y lo aparente. De entender los hilos mágicos que mueven a la sociedad o al cosmos en su esplendor. Es de por sí la naturaleza del científico, del investigador (como del instigador), del filósofo o de los que simplemente se la dan de tal cosa, dar con la luz de la razón suprema, aquella que es ocultada bajo muchos matices, como los de la ley y la uniformidad, beneficiando a quienes pretenden mantener ineltaralble el statu quo: prisión invisible que buena parte de su vida denunció la peculiar mente de Philip K. Dick, quizás el más grande autor de ciencia ficción desde Julio Verne.
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El término de ciencia ficción en general es muchas veces mal entendido y mal empleado, lo que no hace más que dejar en evidencia las dispares calidades, lucideses o genialidades de los respectivos autores. Para un buen autor como Antoine de Saint-Exupéry, Julio Verne, Herbert G. Wells, Anthony Burgess, o como Philip K. Dick, el mejor concepto para ciencia ficcion vendría a ser: "Realidades alternativas creadas por mentes también alternativas que tienden a cubrir o disimular el espíritu de la que es considerada la REALIDAD PRESENTE del escritor ficcionario, dejando entrever moralejas y cuestionamientos filosóficos muy trascendentes a la natura humana".
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Otro puñado de escritores de ciencia ficción (por lo general la mayoría) sólo hacen la tarea burdamente, como los libretistas de una película mediocre, disparatada y estúpida de la que no es posíble extraer sentido alguno. La ciencia ficción de calidad debe enlazar necesariamente conexiones a esa realidad última que jamás se nos presenta físicamente, pero que sí es presumible y por tanto significar la puerta tras la cual muchos de nuestros cuestionamientos y planteamientos existenciales encuentren respuestas satisfactorias o al menos ejemplares metáforas sobre los misterios de la vida.
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El robot de Philip Dick
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Contra el temido estigma de escritor de ciencia ficción mediocre, justamente Philip K. Dick (1928-1982), uno de los mejores novelistas norteamericanos del siglo XX, luchó insistentemente los primeros años. Gran conocedor de la psicología jungiana, como de la espistemología kantiana, el realismo mágico de Jorge Luis Borges, la politología de Hannah Arendt y las revelaciones bíblicas, confeccionó con colores propios la nueva ficción especulativa, haciendo gala de conocimientos sobresalientes y una genialidad pocas veces vista, que como en todo psicótico rayaba también en lo demencial, en la paranoia exacerbada y en cuestionamientos constantes y desgastantes sobre la realidad última a la cuál no pretendió acceder en un primer paso a través del abuso de drogas duras (como haría desde medidados de los sesenta), sino que prácticamente acosado por esta en sueños esquizoides que tuvo desde niño, reveladoras fantasías que no tardaría en extender con el uso de fármacos.
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Con una temática constante que persuadía de que "las cosas nunca son lo que aparentan", en la mayoría de los libros de Philip Dick (los buenos, los malos y los regulares) los protagonistas, tal como el mismo, eran tipos que llevaban vidas normales hasta que de pronto descubren que siempre han vivido en medio del limbo, para de pronto comprobar que su vida había sido toda una mentira maquinada por poderosos, o que de pronto la gente que los rodeaba o hasta ellos mismos, no eran realmente humanos, sino mecanismos hechos para vivir la voluntad de otros, premusiblemente gobiernos dictatoriales (como para Dick fueron los Estados Unidos de Richard Nixon) o mentalidades superiores, especies de mini-dioses como Ubik o Palmer Eldritch, personajes que quizás a más de alguien les suenen, puesto que las tramas de sus respectivos libros, inspiraron más de algún tema de Rush en los setenta.
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En los inicios Philip Dick intentó separar su función de escritor ficcionario de los roles de su vida como esposo y padre de familia, cosa que no logró consolidar jamás, ahondando en sucesivos fracasos, separaciones y distanciamientos. Dick creía muy a fondo en sus revelaciones, en las señales del destino (mucho más en las lecturas subliminales), fusionando todo aquello con su profunda religiosidad e idealismos post modernos. Sin embargo toda esta mezcla de locura y erudicción no sólo sirvió de combustible en el desarrollo de sus grandes historias y geniales paralelismos como la de "El Hombre en el Castillo", ayudó a formar también la mística de Philip Dick, el escritor más loco e interesante de su generación, idolatrado por los hippies y los consumidores de ácido y hasta por el propio John Lennon a pesar de su mediana fama en los años 60'-70'.
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En la cima de sus crisis, Dick escribía más y mejor, al punto de que no siempre le alcanzó el tiempo para releer sus numerosos ensayos e inclúso de hacerlo, muchas veces no pudo reconocer que el mismo los hubiera escrito, lo que ayudaba a aumentar su miedo paranoico de no ser él todo el tiempo, o de ser víctima de un reemplazo por otro ser o máquina, similar a aquel robot (de la segunda foto) que construyeron varios años después de su muerte y en honor a sus novelas, al que presumiblemente han ido perfeccionando con el paso de los años, con el fin de convertirlo algún día sea el duplicado perfecto del propio Dick. Muchas de las revelaciones atribuídas a una vida pasada o a las visiones que decía recibir de señales hiperbólicas, como las (supuestamente) enviadas por la KGB, para muchos resultan una evidencia creíble de que sus disvaríos, tenían fundamentos reales, de que Dick finalmente sí habría alcanzado un nivel superior y logardo entrar en contacto con una realidad trascendente o al menos encubierta.
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En fín, Philip Dick sí se creía su cuento, puede que haya sido un verdadero loco y más que drogo, un fármacodependiente toda su vida, pero nada de eso le resta genialidad, siendo uno de los escritores que con sus constantes "vueltas de tuerca" más te hace pensar y considerar que pueden existir muchas más alternativasa aquello que consideramos la verdadera realidad espacio-tiempo, de la que se jactó de escapar siempre, indagando varios pasos adelante, tal como afirma uno de los protagonistas de Blade Runner, la existosa película estelarizada por Harrison Ford en los ochenta, título fílmico de "Sueñan los androides con ovejas eléctricas":
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"Yo... he visto cosas que vosotros no creeríais...
atacar naves en llamas más allá de Orión,
he visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta Tannhäuser.
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Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir".
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Philip Dick es considerado junto con Jack Kerouac, Hunter S. Thompson y Allen Grinsberg uno de los escritores imprescindibles en el espectro de la contracultura y del rock.
Supuestamente el 2005 se perdió la cabeza del robot. Se conjetura por otro lado que esto es sólo una mentira mediática, ya que estarían perfeccionandolo. Si un androide sustituto sobrevive al propio Philip K. Dick, esto habría sido sin duda la concreción de una de sus peores pesadillas.
Fué el personaje más mítico que brotó de la incomparable mente de Julio Verne, un hombre sin ley o mejor dicho, hecho para vivir bajo sus propias leyes. El oscuro defensor de los oprimidos, la pancarta subliminal (a veces no tanto) de Verne frente al imperialismo británico del siglo 19.
Autodenominado Capitán Nemo ("Capitán Nadie"), era el timonel de una monumental barcaza sumergible: el Nautilus, hecha para escapar del infierno en la tierra y vivir en libertad, pero también para hacer imposíble el libre tránsito de los navíos ingleses de la marina mercante y de piratas de esa nación.
Nemo, había sido un miembro importante de la nobleza india: el Principe Dakkar, sobrino de un héroe local y un noble adoctrinado bajo la máxima renacentista de la más completa integridad en artes, conocimientos, manejo de idiomas, entrenamiento físico, etc. Fue el ingeniero que diseñó el Nautilus, un poete arcade, un insuperable pianista, un experto en fauna marina, gran botánico, etc.
Entre los muchos misterios que lo envolvían, se contaba el de una vida marcada por la desgracia, que conoció en el momento de revelarse contra la dominación británica de la India, una actitud que terminó por llevarlo al destierro y perder a su mujer, hijos, demás familiares y amigos. De esta manera capacitado por sus conocimientos ingenieriles occidentales, se había ocultado en una isla junto a un grupo de científicos indios y expatriados revolucionarios a construír el colosal Nautilus que tendría entre sus muchas ventajas futuristas el implemento de la luz eléctrica a base de fósforo y otros carburos obtenidos del mar.
El Capitán Nemo hizo promesa de no volver jamás a tierra firme y comenzó de esta manera a internarse en el mar, a averiguar y comprobar por si mismo el sinúmero de misterios que este cubría: uno de ellos, el continente perdido de La Altántida. En su rol libertario, se dedicó tambien a rescatar tesoros perdidos encontrados en barcos hundidos para comenzar a repartirlos entre el resto de sociedades oprimidas, como eran por entónces los griegos (enemigos de los turcos) y sus propios compatriotas indios, la finalidad era armarlos para que pudieran derrotar a sus opresores extrangeros.
Personaje fantástico, lleno de virtudes y defectos (en ocasiones deplorables), Nemo no fue en absoluto una creación accidental del gran Verne, fue por el contrario un personaje muy bien ideado: con características políticas y pancartistas fuertes.
Si Nemo fuera un personaje real de hoy, lo más probable es que se hubiera parecido (en todo caso, muy de lejos) a un Bin Laden, y no es que su carta de odio frente al invasor imperialista se parezca mucho a las medidas del actual terrorismo (aunque tiene una semejanza cási profética en el acto de hundir barcos), pero sin duda hay por detrás un gran ideal que es transversal en la historia del Capitán Nemo a lo que muchos lectores vieron o quisieron ver reflejado: la inmortalidad moral de su propios próceres libertarios: O' Higgins, San Martín y Bolivar, para los latinoamericanos, Garibaldi para los italianos, George Washington para los norteamericanos y más recientemente Filip Vujanovic, primer presidente del Montenegro independiente.
Más que un inventado antagonista del antiguo imperialismo (no poco similar al actual), el Capitán Nemo debiera entenderse como un personaje de dimensiones épicas, un héroe de la causa imposíble, pero al fin y al cabo un héroe, no como un reaccionario ignorante, utopista y estúpido de los que hoy sobran en este continente y en el resto del mundo. Nemo es el core de una obra magistral de hace dos siglos que muchas veces debieramos rescatar para entender el sentido de muchas problemáticas humanas actuales e interpretar al personaje más allá de lo que es una entretenida historia. Creo que es una obra imprescindible para todo aquel metido en la sociología y en el mundo de la política que es mi campo particular.
Quitando un poco los distractores de lo que es una buena trama, es posíble llegar inclúso a un buen manuscrito de teoría política y explicar en la historia de Nemo tanto la intransigencia e impopularidad (en política internacional) de un Bin Laden como la de un George W. Bush, quien tiene muchas actitudes de un Capitán Nemo en crisis; al justificar la guerra en Iraq y Afganistán como liberalizadora y ejemplar, sin el tino ni el tacto suficiente para comprender lo contraproducente que estas pueden llegar a ser en el sistema internacional o en el prestigio del propio país. Está claro que en los tiempos de Verne, esta crítica apuntaba hacia las odiosidades entre las grandes potencias industriales tempranas y el tercer mundo asiático.
Para quienes no están metidos ni en el estudio de la política o de la sociología, la historia del Capitán Nemo reunida en VEINTE MIL LEGUAS DE VIAJE SUBMARINO y en LA ISLA MISTERIOSA (antesala de la serie LOST), esto no pasaría de ser una obra de ciencia ficción, aunque he tenido la oportunidad de hablar con muchos que ven reflejados en este texto los puntos cardinales de la complejidad humana, tan particularmente vista en las actitudes bipolares del Capitán Nemo (vengativo, benevolente, visceral, amable, etc.) como en la de los otros personajes importantes: Aronnax, Ned Land, Ciro Smith, Spillet, Pencroff, etc.
138 años son sin duda demasiados, Hollywood y la ciencia ficción sin sentido mataron muchas veces al Capitán Nemo al quitarle el carácter verdadero que Verne quizo imprimirle en 1869. Si eres de los que le da mil vueltas a las cosas y tratan de extraer sentido de las mismas, debieras revisar sin duda la colección de Verne y en especial los dos libros del Capitán Nemo.
Lo más destacable en las lecturas de Julio Verne, es que este autor sabía enriquecer de detalles muy interesantes las tramas de sus historias, muchas de las cuales envolvieron una crítica ácida que no debía ser visible de una manera directa y confrontacional. Se le considera el más grande autor de la ciencia ficción, pero entre los cientistas sociales, no falta aquel que lo concidere más realista que fantástico, coincidiendo muchos en las virtudes filosóficas del francés.
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NEMO IN ROCK
El alemán Michael Schenker (ex Scorpions y UFO), supo impregnarse de la épica de Nemo para componer esta estupenda instrumental que de paso nos invita también a viajar entre el aporte barroco del teclado y las perfecciones de la guitarra. Con esto podemos concluír que la novel obra de Verne tampoco es indifirente al productivo campo de la música, ni menos a la fábrica de sonidos del heavy metal.