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sábado, 28 de mayo de 2016

El hard rock azotó Santiago: grandes presentaciones de S.O.T.O. y The Winery Dogs en el Teatro Cariola


A casi un año de la añorada presentación de los bostonianos Extreme sobre el mismo proscenio, el concierto de ayer en el Teatro Cariola fue una muestra más que extraordinaria de la buena salud y porvenir que esbozan el hard rock y el metal clásico en nuestro país.

Recinto lleno, galería completa y tres de cuatro palcos habilitados. A las 7:30 ingresamos al viejo local de San Diego para abrirnos espacio cerca del escenario, nos encontramos de lleno con un mar de camisetas de The Winery Dogs con las que apenas contrastaban aislados logos de Dream Theater, Metallica, AC/DC, Iron Maiden, KISS, Rush, Motörhead, Black Sabbath o mi polera de Queen. Camino señalado para la superbanda de Richie Kotzen, plato fuerte de la noche.

Pero el entremés, de más está decirlo, no eran simples teloneros y en mi caso -que esperé durante años ver en vivo a su vocalista, a quien considero uno de los míticos en la historia del hard rock/metal- fueron de hecho la primera opción: S.O.T.O. irrumpieron en el escenario cerca de las 20:30 con un setlist que incluye canciones de sus dos discos, sumando varias sorpresas gratificantes.


Refundados como proyecto independiente en el 2014, S.O.T.O. son la culminación de la marca, del estilo y de la enorme trayectoria del cantante Jeff Scott Soto, quien como señalé anteriormente es uno de los grandes íconos del hard rock y del metal clásico. Un rockero infatigable y apasionado por su música, como pocos van quedando en la actualidad.

Saltó a la fama de la mano de Yngwie Malmsteen a mediado de los '80, repitió la fórmula con el guitarrista alemán Axel Rudi Pell en los '90 e hizo una próspera carrera propia, liderando los conjuntos Talisman, Eyes, Takara, Human Clay, Humaninal, Soul SirkUS y W.E.T., junto a músicos consagrados. Voló además tan alto como sus sueños al ser vocalista de Journey en el 2006, posterior a la retirada de Steve Augeri y tributar a Queen con colores propios en el 2003 y el 2012 junto al proyecto Queen Extravaganza, convidado por Brian May y Roger Taylor.


Quienes tengan algo más de edad y sólo un poco de buena memoria, evocarán algunas canciones que marcaron historia en la voz de Jeff Scott Soto, inolvidables para mi generación: "Biker Mice From Mars" (1993), canción de la serie animada Motoratones de Marte o la más popular: "Stand Up", punta de lanza del filme Rockstar del año 2001, protagonizado por Mark Wahlberg. 

Una cita pendiente, sin duda, es la que nos reunió al fin el pasado viernes con Scott Soto y su banda de contertulios, la que incluye por lo demás al superlativo shredder español Jorge Salán que electrificó la atmósfera con sus formidables solos. Los brasileños Edu Cominato (batería) y BJ (guitarra rítimica) son otros dos soldados que tocan con Soto desde hace años, completando el combo el raudo bajista David Z, músico de soporte -años atrás- de la banda de Joan Jett.


A diferencia de los anteriores discos solistas del cantante (medio camino entre el hard rock melódico, el AOR y el hair metal), S.O.T.O. son decididamente una banda metalera, lo cual denotan desde el comienzo con "Freak Show", "Wrath", "Weight Of The World", "The Fall" y "Cyber Masquerade", ramillete de canciones ad hoc para calentar el mosh pit.

Tibios al principio, el público de The Winery Dogs comenzó a contagiarse con el groove de S.O.T.O. al cabo del tercer o cuarto tema y hasta coreó al cantante en baladas como "When I'm Older" y sobretodo en la clásica "I'll Be Waiting" (de su época con Talisman), temazo con el que sellaron el último tercio del concierto, radiografía al legado musical de Jeff Scott Soto.


"I'm The Viking" e "I'll See The Light Tonight" de la era Rising Force con Yngwie Malmsteen, imprimieron un timbre épico a la noche, seguido de un jugueteo entre los músicos, aprovechado por Scott Soto para presentar a la banda y culminar con un gracioso "...and I am George Michael" que sacó varias carcajadas y unas lineas de "Wake Me Up..." en el bajo de David Z, quien también interpretó la intro de "Beat It" con moonwalk incluído.

Edu Cominato hizo lo propio con el "Were Gonna Take It" de Twisted Sister desde los tarros y el guitarrista BJ se la jugó con un fragmento a capella del "Don't Stop Believin' " de Jorney. El infaltable "We Will Rock You" de Queen y el himno metálico de Steel Dragon: "Stand Up", voceado por toda la audiencia, cerraron la velada y Scott Soto (que ha entrado de lleno en sus 50) no se fue sin antes regalarnos dos hermosos falsetes. A esta alturas del concierto muchos ya nos dábamos por pagados.


Pocos minutos después de la bajada de telón de S.O.T.O., a eso de las 22:20, aparecieron sobre el escenario The Winery Dogs rockeando a tope con "Oblivion", el primer corte de su segundo álbum Hot Streak del 2015. La reacción fue inmediata, la manada (cauta hasta la presentación de S.O.T.O.) comenzó a presionar hacia delante en un típico ritual de empujones y saltos.

Un contexto totalmente distinto al vivido en la última presentación de Richie Kotzen en 2014 (en Viña) junto a su conjunto solista: en el ambiente íntimo y placentero de la discoteque OVO, con un repertorio cargado además al sonido del blues, del soul y a las grandes baladas del guitarrista.


Pero esto no se trataba únicamente de Richie Kotzen (otro de mis músicos predilectos), sino de The Winery Dogs, uno de los revivals de hard rock (setentero) más importantes de la última década. La máxima era rockear y así lo hicieron "Captain Love", "We Are One", "How Long", "Hot Streak", "War Machine" y "Empire" fueron la oferta de entrada que animó al mar humano en el sector cancha.

Los primeros acordes de "Think It Over", con Kotzen pasando de la guitarra al piano calmaron un poco la virulencia, seguido de un solo de Mike Portnoy a quien le quedó chica la batería y comenzó a baquetar en los parlantes, en el equipo de grabación y en todo lo que se pilló por delante. Billy Sheehan no se quedó atrás, desplegando un fenomenal solo de bajo a continuación de la muy esperada "The Other Side".

En resúmen, The Winery Dogs son mucho más que una buena banda de rock, son una experiencia que compacta emoción, sonido y mucha técnica en un menú exquisito que fusiona el blues-rock con el hard rock, aderezo de matices funk y un aura de prog setentero. Si a esto agregamos el más puro groove de Jeff Scott Soto y su banda, se tiene por resultado uno de los mejores conciertos en lo que va del año.

domingo, 12 de octubre de 2014

Richie Kotzen descargó pasión y groove en Viña


Que Richie Kotzen es de sobra uno de los mejores guitarristas actuales y de todos los tiempos, no es un misterio para nadie medianamente embebido en el mundo del rock. Su extendida trayectoria (iniciada con apenas 15 años en 1985), más de una veintena de discos en calidad de solista, su efímero pero contundente paso por grandes hitos del hair metal ochentero como son Poison y Mr. Big, así como sus numerosas colaboraciones con músicos del nivel y prestigio de Greg Howe, Guhtrie Govan, Stanley Clarke, Lenny White, Stevie Salas, Glenn Hughes y Gene Simmons, o su más reciente aventura músical paralela: The Winery Dogs junto a Mike Portnoy y Billy Sheehan, engloban una carrera artística y musical como pocas, llena de creatividad, reinvención y refinamiento rockero. 


Es en los pequeños escenarios donde Richie Kotzen -reconocido, pero distante del mainstream- se reencuentra con su público habitual, el mismo que hace 2 años tuvo oportunidad de verlo tocar en la Batuta y en el Centro Cultural Amanda y que en la semana que se nos va, asistió al Teatro Nescafé de las Artes (jueves 9) en Santiago o a la discoteque OVO del Casino Enjoy en Viña del Mar (sábado 11) para alcanzar el éxtasis sobre un mar de riffs, melodías, baladas, rock intimista (con aura de grunge, soul y blues), zarpadas funky, metálicos y estruendosos solos, buen fiato instrumental, y en líneas generales: una dadivosa muestra de virtuosismo y groove, imposíble de superar.

La de Viña fue -tal vez- una presentación que superó todas las espectativas. El escenario: el diminuto stage de la más célebre discoteque de la ciudad jardín, protagonista privilegiada de la vida nocturna y de los carretes del fin de semana, pero que en términos de rock era hasta ayer un escenario poco probado, salvo quizás para unas cuantas bandas tributo o para las orquestas de año nuevo. A nuestra llegada al casino, pisando las 20:30 hrs, poco hacía notar que en su interior se oficiaría un concierto; apenas unas cuantas chaquetas negras y unos pocos tipos con aretes o poleras con logos de bandas por aquí y allá orbitaban la entrada, las cercanías de la boletería y en la escalera principal, 30 minutos más tarde se permitío el ingreso a la disco, la que no estuvo llena hasta pasadas las 22:00 hrs, momento en que Kotzen y cia deciden tomarse el escenario.



A menos de 40 cm de los músicos, lo primero en llamar la atención es la vestimenta de Kotzen: zapatillas Converse, polera negra y una especie de pantalón corto de pijama, de apariencia más bien graciosa y probable inspiración californiana (conjunto semejante al que viste en el videoclip de "War Paint"), abren la presentación los riffs de "War Paint", punta de lanza del próximo compilatorio que llevará por nombre The Essential. Siguieron luego, maravillosos clásicos como "Love Is Blind", "Walk With Me", "Peace Sign" y "Help Me", alternados con pocas sorpresas, una de ellas "Don't What The Devil Says to Do" y una nueva cancíón -absolutamente heavy rock- titulada "Cannibals". 

Pese a que la presentación fue incendiaria desde el primer segundo, los últimos 20 minutos fueron los más emotivos, sintetizando en 4 o 5 temas toda la solidez del prower trío. Luego de un mágico, extenso y virtuosísimo jam de bajo/batería en el que tuvimos oportunidad de ver al mismísmo Kotzen  dándole a los tarros,  por unos cuantos minutos este despachó a sus acompañantes para interpretar en solitario "What Is?" en versión electroacústica, seguida a coro  por todos los presentes. Aquel, el momento más álgido de la noche vino acompañado del cierre con "Fooled Again" y "You Can't Save Me", apasionadas power ballads, casi tan clásicas en el repertorio de Kotzen como la ya poco interpretada "Remember" o el tema de gracia "Go Faster", con el cual se dió fin al concierto a las 00:01 hrs.

Volviendo al principio, se hace indudable que Richie Kotzen es uno de los mejores músicos de todos los tiempos (compositor, cantante, guitarrista y multiinstrumentista), sin embargo aquella cualidad es extensiva también a la banda soporte, consistente para esta gira en Mike Bennett (baterísta) y Dylan Wilson (bajo), probablemente una de las mejores formaciones que ha acompañado a Kotzen a lo largo de sus casi 30 años de carrera solista. Por su parte, el gran plus del guitarrista radica menos en el virtuosismo que  en todo el caudal de sentimientos que imprime a sus composiciones y a su particular estílo de rock clásico, que trae irremisiblemente a la memoria a otros tan grandes como Chris Cornell, Eddie Van Halen, Nuno Buttencourt, Jeff Beck y Allan Holdsworth SUMADOS, aunque sin perder por  ello ni una gota de originalidad ni de la chispeza que lo hacen único.

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