domingo, 20 de noviembre de 2016

Black Sabbath: Un Final con sabor a Eternidad (Estadio Nacional 19/11/16)


Tal como atestigua este blog desde hace casi diez años, el rock pesado es mucho más que un simple género musical. Para nosotros -los sempiternos metaleros- es la matriz cinética de nuestra cultura, sus riffs son los mantras de nuestra liturgia y grupos como Black Sabbath las instituciones referenciales de un sonido que trascendió las décadas, eludió las modas y que sólo será abatido por la vejez o la muerte de sus artífices.

Tras el epígrafe "The End", la banda pionera del heavy metal fue despedida en Chile por 60.000 asistentes en un Estadio Nacional invadido de una nube de poleras negras que entre bengalas, humo de ganja, headbanging y otras manifestaciones de sectarismo metalero peregrinó desde todos los rincones del país para loar por última vez a los apóstoles de una religión global que compite en lealtades con cualquiera de los dogmatismos tradicionales.


Precursores de la movida stoner chilena, el trío Yajaira precalentó a la audiencia a eso de las 18:00 hrs con una buena dósis de rock sabbátesco declamando clásicos de su repertorio como "Dámelo", "Abre el Camino" e "Indecisión". Sin duda, una buena apuesta para enaltecer al metal nacional y emulsionar a pocas horas de la presentación de Black Sabbath la batería de música envasada que -cosa típica de los conciertos de rock pesado en Chile- estuvo animada por canciones del AC/DC setentero.

En lo personal, me hubiera gustado ver sobre ese mismo escenario a Weichafe, opinión compartida por varios de los presentes, cuyo respeto y admiración por el conjunto nuñoíno se plasmó en al menos una decena de camisetas con el logo de la banda que se desplazaron por el perímetro de mi tribuna, en el sector Pacífico Golden.


Tras una presentación digna y potente, bien recibida además por el público, Yajaira asfaltó el escenario para los verdaderos teloneros de la noche: el grupo (revival) de hard rock zeppeliano Rival Sons.

Originarios del sudeste de California, la banda conformada por Jay Buchanan (vocalista), Scott Holiday (guitarra y coros), Dave Beste (bajo y coros), Mike Miley (batería) y Todd Ögren-Brooks (teclados) demostró sobradamente porqué es uno de los grupos más ovacionados del rock actual, al punto de ser considerados número de apertura en la gira final de Sabbath.


Si previo a esta presentación no era un gran seguidor de Rival Sons, admito que desde hoy comenzaré a decantarme por su discografía.

Paradójicamente, parece ser que el futuro del hard rock no está en reinventarlo, sino en revisitarlo. Testimonio de ello es el renombre alcanzado por grupos como Wolfmother, The Answer, The Winery Dogs y los propios Rival Sons, cuyos fundamentos musicales radican en el proto-metal de los '70 y en el caudal de emociones del rock clásico que no hace distinción entre mosh o baladas.


A punta de riffs gruesos y tempos de blues que recuerdan -por partes iguales- a Led Zeppelin y The White Stripes, Rival Sons engancharon fuerte con la audiencia que a eso de las 19:30 comenzaba a llenar la cancha del Nacional.

"Electric Man", "Torture", "Get What's Coming" o la más reciente "Keep On Swinging" fueron las puntas de lanza de un setlist que no se extendería por más de una hora.


La buena música siempre se agradece y Rival Sons, pese a no ser (directamente) un grupo de la línea de Black Sabbath ni tampoco demasiado conocidos por buena parte de los asistentes, se retiraron floreados del escenario a las 20:30 hrs.

Pero la jornada sería larga y objeto de todas las ansiedades el heavy metal de los originarios de Birmigham se daría nuevamente cita con su incondicional público nacional (tres a cuatro generaciones), que aún conserva en la retina y plasmada en el corazón la espléndida presentación de Heaven & Hell del 8 de mayo del 2009 en el Movistar Arena.


La acometida de Ozzy en el escenario a la hora acordada, un arsenal de luces y efectos psicodélicos en las pantallas y la campanada de riffs himnópticos del himno "Black Sabbath" sucitaron el trance hacia el año 1970, dando inicio a una retrospectiva posada sobre la primera década del conjunto.

A la siga de "Black Sabbath" continuaron "Fairies Wear Boots" (álbum Paranoid, 1970), "After Forever" (Master Of Reality, 1971) e "Into The Void" (MOR, 1971) con la modorra propia del doom metal, capaz de mesmerizar tu mente como el más agudo LSD.


Anunciando sin tapujos que el siguiente tema trataba sobre la cocaína, arremeten los riffs de "Snowblind" (Vol. 4, 1972), uno de los primeros hitos de polémica en torno a la música de Sabbath. Luego vendrían "War Pigs" (Paranoid, 1970) y el que es mi tema favorito de la banda "Behind The Wall Of Sleep" (Black Sabbath, 1970) concluído por un espléndido y demoniaco solo del maestro de maestros Tony Iommi.

Con una lucida sesión de bajo, Geezer Buttler da pie a "N.I.B." (Black Sabbath, 1970) clásico que acopla toques de psicodelia, doom y funk en un registro coreado a partir de sus "Oh yeah...". La instrumental "Rat Salad" (Paranoid, 1970) fue subterfugio perfecto para que el batero Tommy Cufletos rematara en un pasmoso solo, demostrando de que fibra está hecho.


Cufletos, a quien tuvimos oportunidad de ver por primera vez en marzo del 2011 en el Movistar Arena, como novel miembro en la renovada banda de Ozzy Osbourne, es hoy toda una eminencia tras los tarros y su estilo lejos de declinar frente al legado de Bill Ward, aporta gran vitalidad al sonido Sabbath.

No menos puede decirse de la contribución del gran Adam Wakeman en los teclados. Hijo del ilustre Rick Wakeman (miembro de los progresivos Yes), el virtusoso "Wako" genera desde su sintetizador Korg Triton las atmósferas siniestras que escoltan la voz de Ozzy.


El último tercio del concierto fue pautado por los clásicos "Hand Of Doom" (Paranoid, 1970), "Iron Man" (Paranoid, 1970), "Dirty Women" (Technical Ectasy, 1976) y "Children Of The Grave" (Master Of Reality, 1971), inyectando algunas cuotas más de dinamismo a una presentación en general letárgica.

Tras la clausura temporal, la vital "Paranoid" (1970) despidió una presentación memorable en su género que lejos de ser recordada como el cierre de un ciclo o el final de la historia de una gran banda ante su fieles sudamericanos, quedará plasmada como una captura de eternidad "...just a picture, an image caught in time..." habría sentenciado el inmortal Ronnie James Dio.


Pese a que no inventaron la rueda, Black Sabbath son el mayor pilar en la historia del heavy metal, su sonido e influencia es reconocible en lo más variados géneros y grupos (familiarizados o no directamente con el metal), siendo esencial -por ejemplo- en los primeros álbumes de Queen y Rush, en el punk flemático y pesado de Black Flag, Wipers, Flipper o D.R.I., en la música alternativa de Killing Joke o en el grunge de Nirvana, Melvins, Soundgarden, Alice In Chains y un largo etcétera.

Una banda que ha dado tanto por el rock sin habérselo jamás propuesto y cuyos principales frontman (Ozzy y Dio) pese a sus diferencias de carácter y distintas capacidades musicales, mantuvieron siempre una posición de humildad y lealtad ante el espíritu de clase obrera que encarna el metal, será por siempre señalada como ícono de una subcultura que trasciende lo propiamente musical.


La Religión del Rock Pesado no podía hacerse menos presente en esta despedida que sin pretender sonar cursis no es vista por nosotros como "el final" sino como un hasta siempre. 

Black Sabbath are the Eternal Idols.

"BLACK SABBATH"

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