Hay lugares en el mundo (lamentablemente demasiados) donde las naciones se disputan la hegemonía de un mismo territorio y todo vale para lograr dominarlo, mejor aún liquidando al enemigo sin importar si es mujer, civil o niño. Tu enemigo es quien no comparte tu cultura, tu religión, tu raza o tu mentalidad, es tu misión borrarlo del planeta.
No bastó con dos guerras mundiales que diezmaron casi un 10% de la población de Europa. El ser humano nunca aprende y mucho menos limita sus impulsos destructivos cuando el “otro” quiere lo mismo que él.
La especie humana está condenada a su estupidéz.
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