Puede que la vida sea corta, extraña y más bien absurda, que en este breve paso por la existencia no lleguemos siquiera a ser conscientes de las muchas esclavitudes a las que vivimos sometidos a diario, en favor de la maquinaria suicida y sus mentiras funcionales. Por fortuna hay seres que son inmortales y que tienen o tuvieron la fórmula para romper con el aburrimiento y la monotonía de nuestra farsante y decadente "cultura occidental" uno de ellos sin duda fue el genial Lemmy Kilmister, ícono del heavy metal, quien tristemente se encaminó hacia su última gira ayer 28 de enero, víctima del cáncer.

Lemmy, el alma de Motörhead condensó la honestidad del rock clásico, la energía del punk y la intensidad del metal. Nunca hubo ni habrá otro Lemmy Kilmister y por desgracia en el horizonte musical contemporáneo tampoco se vislumbran dignos herederos.
Ojos húmedos, recuerdos reactivos, mientras escribo estas líneas corre el álbum 1916 en mi equipo Samsung MM-N7 de toda la vida. Te extrañaremos Lemmy, eres parte de mi propia historia. El rock 'n' roll no morirá jamás.