jueves, 16 de abril de 2009

Mi obsesión por Candy Givens

Tras todos los excesos del rock, se esconden las diferentes historias de sus artífices, tan mezcla de mito y realidad que a veces no es fácil distinguir lo uno de lo otro, aunque evidencias sugieren que íconos como Hendrix, Jim Morrison, Syd Barret, Janis o Kurt Cobain pisaron el borde de un límen muy delgado entre un universo personificado, hecho a la medida de sus disvaríos, y la hasta en ocasiones: "discordante realidad".
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Estos músicos destacados tienen algo en común: el hecho de haber creído demasiado en sus propias mentiras o lo que es lo mismo: realidades paralelas, creadas por sus mentalidades duales entre la demencia y la genialidad (rasgos de bipolaridad como los que tenía Kurt Cobain, la paranoia de Ozzy o directamente la esquizofrenia en Syd Barret) o por inmersión psicodélica en las venturas del LSD y su apertura sensorial a pseudo-experiencias místicas de las que ningún consumidor por muy experimental que fuera, habría regresado igual. En consecuencia, ambos factores: la droga sintética y la demencia, hicieron combustión en el espíritu rockero y sus diversas tendencias, muy especialmente a fines de los sesenta.
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Precedente de una contracultura marginal, teñida con rasgos de rebeldía, el rock psicodélico en su variante más extrema sentó las bases del heavy metal, con elementos en principio discordantes, pero que paulatinamente fueron fusionándose, como serían los principios libertarios (leer post relativo) existenciales de sus artífices, el ambientalismo siniestro, inspirado por la literatura más dark y alternativa, como también en el ocultismo y en un folk denso, en general atribuído al sentir pagano, sumando desde luego toda la tradición del blues, aunque modificado en sus bases: más improvizado y en la máxima distorción, tal como lo pionerizó Jimi Hendrix.
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No resulta exagerado concluír que el orígen del metal, una música tan admirada como masiva, surgió técnicamente en los acordes de Jimmy Page, Tony Iommi o Ritchie Blackmore o a mi parecer desde mucho ántes, en los propios zarpasos de Jeff Beck, Kim Simmonds o Eric Brann, aunque no es sino en la locura de Ozzy, en la mentalidad extravagente de un sujeto mediocre y de baja autoestima, nacido en los barrios bajos de Birmighan, tanto como en las radicales letras de Sir Lord Baltimore y el mundo pagano de Jimmy Page, donde el metal tiene real orígen... pues si los riffs son su forma, su espíritu es justamente aquel principio de asimilar todo aquello que está de espaldas a la luz, "like a rainbow in the dark" diría R.J. Dio.

Todos los atributos de aquella generación dorada del rock, perdida en sus drogas y en el convencimiento de actuar contrarios a una gran zombificación social, de la que pretendieron escapar por medio del LSD (y la caída del telón que cubre una maquinada realidad) o propagando música cada vez más estruendosa entre la juventud, contraria a todos los convencionalismos es lo que cuatro décadas más tarde sigue vigente, aunque inevitablemente se ha perdido de vista todo lo que hay o hubo detrás de esto. Tal vez fuera el grunge y en sus principios no comerciales, el último brote de comprensión de esta rebeldía declarada del rock... la oscuridad arqueotípica de conjuntos emblemáticos como Alice In Chains, no fue otra cosa que un revival de lo que décadas ántes hicieron los propios Black Sabbath, tal como RATM dió la cara por ese tercer mundo que vive en las entrañas del mismo imperio, algo que ya hiciera en su momento la banda más radical de los sesenta: MC5.

El presente o lo reciente trae siempre a la memoria hitos ya acaecidos, hazañas que vuelven a desatarse, pero por nuevos protagonistas, a los que en algunas ocasiones se les da todo el crédito, cuando sólo vienen a encarnar un remake.- esto no es ajeno al rock. Quizás el nombre del post debió ser otro, algo más relativo a la pobre retrospectiva de las líneas anteriores, sin embargo es todo el hilo necesario para situar a la músico en cuestión: Candy Givens de Zephyr en un espacio-tiempo representativo, en que rock era mucho más que la máquina comercial atrapa-pendejos de hoy en día y del todo contrario a las palabras "masivo" y "moda", atributos que contrarían naturalmente su atemporalidad.
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Candy Givens es justamente eso, una artista sin tiempo, versión femenina de Robert Plant para algunos, para otros simplemente (y me incluyo), la inmediata heredera de Janis Joplin, demasiado anónima para la mayoría, pero hasta platónica para quienes la tomamos en serio: los pocos seguidores de Zephyr, los que extienden sus gustos desde Jefferson Airplane a Led Zeppelin, los seguidores de Tommy Bolin, etcétera. Lo que Ella Fitzgerald es al Jazz, Candy Givens viene a serlo para el hard rock, aunque privada de fama y cada vez más ahogada en las drogas hasta su deceso en 1984... son la magia del blues y la psicodelia, como sus pancartas libertarias y feministas lo que definieron su legado, en un tiempo en que las mujeres apenas destacaban en la música dura.
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Givens fué después de Janis Joplin una mano guía para las nuevas generaciones de rockstars femeninas y a pesar de su tremenda cuantía, la importancia que el mainstream le atribuye es muy menor a la de Joan Jett, Deborah Harry, Lita Ford o Courtney Love, inclúso más allá del hecho de que muchas de sus composiciones precedieron la línea de songwriters femeninas que años más tarde saltarían a la fama como Alanis o Fiona Apple, aunque en el tiempo de Candy, no captaron el mismo interés.
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Hija de padres vagabundos (presumiblemente delincuentes que se dedicaron a merodear por todo el perimetro de Gringolandia), conoció bien los bajos fondos, su cable a tierra fue siempre la música, de la que como una verdadera hipster se enamoró a temprana edad del jazz y del blues, a la vez que las drogas se convirtieron en su tormentosa compañía. En los sesenta conoció al bajista David Givens, con quien se casó y formó Zephyr, separándose hacia finales de los setenta... en los primeros años la pareja se unió a Tommy Bolin, el jóven talento contratado por Deep Purple tras la salida de Ritchie Blackmore y que falleció con apenas 25 años, a causa de la misma aflicción que se llevaría unos cuantos años después a la propia Candy Givens: el consumo de heroína.
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Escalofriantemente reveladora es la cubierta del primer disco de Zephyr, su álbum homónimo. Sin una razón aparente se representa un cuarto de baño, enfocándose particularmente en la tina... curiosamente Candy Givens murió de una sobredosis en 1984, el lugar donde encontraron su cuerpo fue justamente reposado en una tina, muy similar a la del dibujo de 1969.

"Hearbeat" y "Don't Come Back" del álbum Heartbeat de 1982

2 comentarios:

goloviarte dijo...

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te pido escusas si consideras spam mi invitación

Sebactani dijo...

interesante articulo el que has hecho sobre esta musico que ha atraido mi atencion largo tiempo. La verdad a mi no me gusta el metal, me gusta el rock clasico y como naci en los sesenta comprenderas que he visto pasar cuanto musico y bandas surgieron desde que tuve conciencia de vibrar con pink floyd, emerson lake and palmer y led zepelin, aunque en todo caso creo no caer en la exageración de nuestros abuelos al decir que los mejores años del rock ya pasaron y en aquellos contribuyo candy givens tanto como otros que ya partieron pero que dejaron por siempre el legado, la musica y el misterio.

saludos amigo
Sebastian
Provincia de Córdoba, Argentina

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