Probablemente, nunca más seremos testigos de otra era igual de portentosa para el rock y la buena música en general, como fueron los años '70 y buena parte de los '80. Curso temporal en el que emergieron y se consolidaron conjuntos de la talla de AC/DC, KISS, UFO, Aerosmith, Van Halen, Rush, Rainbow, Queen, Motörhead o los aludidos en este post: Scorpions.
Formados en las postrimerías de los años 60, en la que por entónces era la Alemania Occidental, Scorpions iba derecho a convertirse en otro clon europeo de Led Zeppelin, sin embargo con el tiempo forjaron un sonido y propuesta muy particulares que unía la energía del heavy metal con lo sensitivo de las baladas, convirtiéndose de esta manera en referentes de una nueva camada de artistas que hicieron del hard rock, una música mucho más accesible.
Formados en las postrimerías de los años 60, en la que por entónces era la Alemania Occidental, Scorpions iba derecho a convertirse en otro clon europeo de Led Zeppelin, sin embargo con el tiempo forjaron un sonido y propuesta muy particulares que unía la energía del heavy metal con lo sensitivo de las baladas, convirtiéndose de esta manera en referentes de una nueva camada de artistas que hicieron del hard rock, una música mucho más accesible.
Cuatro décadas después, la fórmula y el equilibrio musical de Scorpions, sigue atrayendo al público, lo que quedó más que demostrado ayer en lo variopinto de la audiencia congregada en el Movistar Arena de Santiago. Adultos de entre 35 y 50 años, jóvenes y preadolescentes, metaleros de toda la vida, rockeros, nostálgicos, románticos, poseros, toda una gama de seguidores que no quiso perderse el evento y desde luego despedir a la banda ícono germana.
El de ayer fue un concierto sin teloneros, por lo que la espera se hizo más larga de lo habitual, afortunadamente dignos representantes de la puntualidad alemana, Scorpions aparecieron sobre el escenario a pocos minutos de la hora acordada (9:00 p.m.) y comenzaron rockeando con "Sting In The Tail", tema que da nombre a su último álbum, lanzado hace tan sólo unos cuantos meses.
Las filosas guitarras de Matthias Jabs y Rudolph Schenker fueron protagonistas absolutas de la primera parte, anotándose un groovy impresionante en uno de los segmentos instrumentales que siguió a "No Limit" junto al virtuoso bateo del gringo James Kottak, quien más adelante hizo alarde de su increíble nivel, locura y simpatía, en uno de los mejores solos de batería que he visto en toda mi vida, probablemente sólo superado por el que hizo Eric Singer el año pasado en el concierto de KISS.
El rock bajó sus revoluciones a partir de la hermosa "The Best Is Yet To Come", balada que figura también en su último álbum y que todos los asistentes conocían lo suficiente como para al menos corearla, luego vinieron las clásicas "Wind Of Change" y "Holyday", uno de los puntos altos del concierto, en el cual ya no fue posíble distinguir la privilegiada voz de Klaus Meine de la del cúmulo de presentes que a esas alturas cantábamos a todo pulmón.
La olla humana volvió a cobrar vida en la cancha, cuando de un estupendo solo de Jabs, emergieron los primeros acordes de "Big City Nights", dedicado en la ocasión a Santiago y tras el cual la banda ya comenzaba a despedirse del público chileno. Apagón de luces y el escenario se iluminó entero de rojo, para dar pie a uno de las baladas más hermosas de todos los tiempos: "Still Loving You", no es difícil imaginar como estaba de prendido el público en ese entónces, algo a lo que no contribuyó menos el siguiente himno: "Rock You Like A Hurricane", cierre de un concierto simplemente perfecto que quedará en el recuerdo por un largo tiempo.
Honores para una banda de sesentones rockeros, que al día de hoy son superiores en energía, actitud y calidad a la mejor banda de veinteañeros. Como asistente y seguidor, no puedo más que darles las gracias a estos escorpiones alemanes por las virtudes de este concierto como por su impecable trayectoría de cuatro décadas. Las cosas bien hechas perduran largo tiempo, y Scorpions superaron hace mucho el umbral de la trascendencia.
El de ayer fue un concierto sin teloneros, por lo que la espera se hizo más larga de lo habitual, afortunadamente dignos representantes de la puntualidad alemana, Scorpions aparecieron sobre el escenario a pocos minutos de la hora acordada (9:00 p.m.) y comenzaron rockeando con "Sting In The Tail", tema que da nombre a su último álbum, lanzado hace tan sólo unos cuantos meses.
Las filosas guitarras de Matthias Jabs y Rudolph Schenker fueron protagonistas absolutas de la primera parte, anotándose un groovy impresionante en uno de los segmentos instrumentales que siguió a "No Limit" junto al virtuoso bateo del gringo James Kottak, quien más adelante hizo alarde de su increíble nivel, locura y simpatía, en uno de los mejores solos de batería que he visto en toda mi vida, probablemente sólo superado por el que hizo Eric Singer el año pasado en el concierto de KISS.
El rock bajó sus revoluciones a partir de la hermosa "The Best Is Yet To Come", balada que figura también en su último álbum y que todos los asistentes conocían lo suficiente como para al menos corearla, luego vinieron las clásicas "Wind Of Change" y "Holyday", uno de los puntos altos del concierto, en el cual ya no fue posíble distinguir la privilegiada voz de Klaus Meine de la del cúmulo de presentes que a esas alturas cantábamos a todo pulmón.
La olla humana volvió a cobrar vida en la cancha, cuando de un estupendo solo de Jabs, emergieron los primeros acordes de "Big City Nights", dedicado en la ocasión a Santiago y tras el cual la banda ya comenzaba a despedirse del público chileno. Apagón de luces y el escenario se iluminó entero de rojo, para dar pie a uno de las baladas más hermosas de todos los tiempos: "Still Loving You", no es difícil imaginar como estaba de prendido el público en ese entónces, algo a lo que no contribuyó menos el siguiente himno: "Rock You Like A Hurricane", cierre de un concierto simplemente perfecto que quedará en el recuerdo por un largo tiempo.
Honores para una banda de sesentones rockeros, que al día de hoy son superiores en energía, actitud y calidad a la mejor banda de veinteañeros. Como asistente y seguidor, no puedo más que darles las gracias a estos escorpiones alemanes por las virtudes de este concierto como por su impecable trayectoría de cuatro décadas. Las cosas bien hechas perduran largo tiempo, y Scorpions superaron hace mucho el umbral de la trascendencia.
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