Fue a fines del año 2014, cuando Angelo, Marcelo y "el negro" decidieron retomar la pista tras cinco años de receso. El rock nacional volvía a colmarse de gloria, la mejor banda chilena de las últimas dos décadas estaba de regreso y lo celebró a lo grande con un conciertazo en el Caupolicán.
Tristemente, a los pocos meses la banda anuncia la salida voluntaria del negro Hidalgo y lo que pudo dar cabida a nuevas dudas e incertidumbre respecto al futuro del conjunto se disipó absolutamente cuando tuvimos oportunidad de escuchar tras los tarros a un aguerrido batero que aportó nuevos bríos: Roberto Ugarte, un weichafero de toda la vida, junto con quien se grabó un primer EP en casi 10 años: La Luz del Guerrero.
Los renovados Weichafe se aprontan en estos días a avanzar el siguiente escalón (el más importante) en su carrera. Y es que la banda que -a fines de los '90- se abrió camino a pura fe, trabajo duro y autogestión, producirá su quinto elepé en un estudio internacional, coayudados por Paco Ayala (bajista y vocalista de Molotov) y el gran Ricardo Mollo (Divididos), renombrado productor de artistas como Almafuerte, La Renga, León Gieco, Charly García y los malogrados Luis Alberto Spinetta y Gustavo Cerati.
Luego de dos décadas de trayectoria y mucha pasión y esfuerzo invertidas, la música al fin hace justicia a la banda chilena más connotada (y auténticamente rockera) desde Los Tres, dignos herederos de sus también ídolos Los Prisioneros, Los Jaivas y Tumulto. Ese rock duro con matices de folk, grunge y death metal logró capturarme con apenas 16 años cuando los vi tocando por vez primera el año 2000 en mi nativo Copiapó y desde entonces no he dejado de escuchar sus discos ni de estar al tanto de sus presentaciones. Ahora los rockeros de Latinoamérica y el mundo tendrán oportunidad de descubrir una gran gema con nombre mapuche y sentimiento de esta tierra.
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