Junto con lamentar la angustiante pérdida de otro grande, nos sumamos al pesar de millones de rockeros y amantes de Deep Purple a lo largo y ancho del planeta.
Este lunes 16 de julio partió uno de los mejores tecladistas (sino el mejor) de todos los tiempos al reencuentro con los inmortales, manifiesta evidencia de que los años pasan y nos van restando. Aquellas leyendas de la música que tantas alegrías nos dieron y que tuvimos oportunidad de ver más de alguna vez sobre los escenarios, precipitadamente nos están abandonando y es nuestro deber homenajearlos en vida.
Desde aquí, despedimos al cuerpo y saludamos la memoria del gigante Jon Lord, con este humilde tributo:
Los Inmotales (Poema de Herman Hesse :.)
Hasta nosotros sube de los confines
del mundo el anhelo febril de la vida:
con el lujo la miseria confundida,
vaho sangriento de mil fúnebres festines,
espasmos de deleite, afanes, espantos,
manos de criminales, de usureros, de santos;
la humanidad con sus ansias y temores,
a la vez que sus cálidos y pútridos olores,
transpira santidades y pasiones groseras,
se devora ella misma y devuelve después lo tragado,
incuba nobles artes y bélicas quimeras,
y adorna de ilusión la casa en llamas del pecado;
se retuerce y consume y degrada
en los goces de feria de su mundo infantil,
a todos les resurge radiante y renovada,
y al final se les trueca en polvo vil.
Nosotros, en cambio, vivimos las frías
mansiones del éter cuajado de mil claridades,
sin horas ni días,
sin sexos ni edades.
Y vuestros pecados y vuestras pasiones
y hasta vuestros crímenes no son distracciones,
igual que el desfile de tantas estrellas por el firmamento.
Infinito y único es para nosotros el menor momento.
Viendo silencioso vuestras pobres vidas inquietas,
mirando en silencio girar los planetas,
gozamos del gélido invierno espacial.
Al dragón celeste nos une amistad perdurable;
es nuestra existencia serena, inmutable,
nuestra eterna risa, serena y astral.
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